Reality show: "La braga en la boda 3"
Cómo me estaba arrepintiendo de habérselo contado a "El masca". Consciente del mecanismo sin retorno iniciado al informarle de la situación que se vivía bajo la falda de Isabel, me esforcé en desviar la conversación a una temática neutra, desconectada de la anécdota en cuestión, para ver si conseguía dirigir los pensamientos de mi compañero más allá de la lencería ajena. Inútil, prácticamente entablaba un monólogo. Y es que Rubén ya no atendía a razones, su cerebro únicamente generaba ondas theta, estaba donde sólo llegan los iluminados, y en ese estado de consciencia uno no está para escuchar trivialidades. ¡Ay madre! Su expresión no presagiaba nada bueno.
La victoria es de los audaces, o dicho en lengua romance, quién quiera peces que se moje el culo. Ya servido el café y los chupitos, la desbragada y su amiga volvieron a marchar juntas al baño. Azares de la vida diréis, pero el caso es que Isabel no se llevó consigo el bolso, puede que no hiciese falta, la verdad es que los servicios de la instalación hotelera estaban bien pulcros y bien abastecidos de consumibles higiénicos. En ese momento "El masca" saltó, como un depredador absoluto, sobre su presa.
Rubén llevaba sin fumar dos años, así me lo había asegurado en el transcurso de nuestra charla, sin embargo me cogió un cigarrillo de la cajetilla que tenía sobre la mesa, se lo puso en los labios y se acercó a pedir fuego a Eusebín. Eusebio nunca había fumado, ergo no pudo satisfacerle, pero estaba situado al lado de la silla que Isabel había dejado vacante momentáneamente para atender su fisiología. Isabel sí fumaba, por lo que "El masca", no sin comunicar previamente a Eusebio sus sanas intenciones, decidió buscar él mismo un encendedor en el bolso de la reconocida fumadora, profanando para ello el santuario que colgaba ufano del respaldo. "El masca" encontró lo que quería, algo dijo a Eusebio, dio media vuelta, con el puño de la mano fuertemente cerrado se acercó a mí, parecía no tocar el suelo con los pies, mientras se alejaba andando del lugar de los hechos hizo una veloz maniobra con la mano que transportaba la carga, cambió el mechero a la otra y la introdujo, aun cerrada, en el bolsillo del pantalón, para volverla a sacar abierta. Llegado a mi altura se inclinó ante mi, ofreciéndome lumbre con una sonrisa metafísica en el rostro, ante semejante indirecta tuve que coger un cigarro, primero prendió el mio y luego el suyo. Terminada la representación regresó al puesto de Isabel, ésta ya había vuelto, con la sangre a una temperatura de cero grados kelvin devolvió el encendedor a su dueña, observé como, antes de volver, se demoró unos minutos bromeando con ella, tras el compadreo retornó a su asiento.
Ahí tenía sentado a mi vera a "El masca", en trance y con las bragas de Isabel en el bolsillo.
Sabio es aquel que sabe retirarse a tiempo. Sin embargo suele suceder que el transcurrir trepidante y favorable de los acontecimientos nubla el juicio, envalentonando en exceso. Es lo único que puedo decir para explicar los sucesos que presencié. Realmente, cuando alguien apuesta el riesgo de recaer en el vicio que alimenta su futuro cáncer de pulmón por una causa, no hay retirada posible. No obstante, echando hoy la vista atrás, valoro lo sucedido con la objetividad que confiere la distancia, analizo frases y gestos suyos durante la larga conversación que mantuvimos en el banquete, y concluyo en un Rubén entonando su canto particular del cisne: la juventud perdida, un bebé a las puertas, la inestabilidad laboral provocada por la absorción de su empresa por una multinacional, Teresa bajo la dictadura de las hormonas... Como una sirena-mantis, "El masca" sedujo a Rubén a realizar con él un último acto concupiscente, la última bocanada profunda antes de la inmersión. Rubén aceptó la proposición indecente sin caer en la cuenta de que "El masca" le iba a devorar al mismo tiempo que copulaban.
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http://lavidapublica.blogspot.com/2005/04/reality-show-la-braga-en-la-boda.html
La victoria es de los audaces, o dicho en lengua romance, quién quiera peces que se moje el culo. Ya servido el café y los chupitos, la desbragada y su amiga volvieron a marchar juntas al baño. Azares de la vida diréis, pero el caso es que Isabel no se llevó consigo el bolso, puede que no hiciese falta, la verdad es que los servicios de la instalación hotelera estaban bien pulcros y bien abastecidos de consumibles higiénicos. En ese momento "El masca" saltó, como un depredador absoluto, sobre su presa.
Rubén llevaba sin fumar dos años, así me lo había asegurado en el transcurso de nuestra charla, sin embargo me cogió un cigarrillo de la cajetilla que tenía sobre la mesa, se lo puso en los labios y se acercó a pedir fuego a Eusebín. Eusebio nunca había fumado, ergo no pudo satisfacerle, pero estaba situado al lado de la silla que Isabel había dejado vacante momentáneamente para atender su fisiología. Isabel sí fumaba, por lo que "El masca", no sin comunicar previamente a Eusebio sus sanas intenciones, decidió buscar él mismo un encendedor en el bolso de la reconocida fumadora, profanando para ello el santuario que colgaba ufano del respaldo. "El masca" encontró lo que quería, algo dijo a Eusebio, dio media vuelta, con el puño de la mano fuertemente cerrado se acercó a mí, parecía no tocar el suelo con los pies, mientras se alejaba andando del lugar de los hechos hizo una veloz maniobra con la mano que transportaba la carga, cambió el mechero a la otra y la introdujo, aun cerrada, en el bolsillo del pantalón, para volverla a sacar abierta. Llegado a mi altura se inclinó ante mi, ofreciéndome lumbre con una sonrisa metafísica en el rostro, ante semejante indirecta tuve que coger un cigarro, primero prendió el mio y luego el suyo. Terminada la representación regresó al puesto de Isabel, ésta ya había vuelto, con la sangre a una temperatura de cero grados kelvin devolvió el encendedor a su dueña, observé como, antes de volver, se demoró unos minutos bromeando con ella, tras el compadreo retornó a su asiento.
Ahí tenía sentado a mi vera a "El masca", en trance y con las bragas de Isabel en el bolsillo.
Sabio es aquel que sabe retirarse a tiempo. Sin embargo suele suceder que el transcurrir trepidante y favorable de los acontecimientos nubla el juicio, envalentonando en exceso. Es lo único que puedo decir para explicar los sucesos que presencié. Realmente, cuando alguien apuesta el riesgo de recaer en el vicio que alimenta su futuro cáncer de pulmón por una causa, no hay retirada posible. No obstante, echando hoy la vista atrás, valoro lo sucedido con la objetividad que confiere la distancia, analizo frases y gestos suyos durante la larga conversación que mantuvimos en el banquete, y concluyo en un Rubén entonando su canto particular del cisne: la juventud perdida, un bebé a las puertas, la inestabilidad laboral provocada por la absorción de su empresa por una multinacional, Teresa bajo la dictadura de las hormonas... Como una sirena-mantis, "El masca" sedujo a Rubén a realizar con él un último acto concupiscente, la última bocanada profunda antes de la inmersión. Rubén aceptó la proposición indecente sin caer en la cuenta de que "El masca" le iba a devorar al mismo tiempo que copulaban.
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