jueves, agosto 04, 2005

Oxidación

No me cuentes más que no quiero saberlo...

Así que en realidad caperucita tiene un tórrido (amén de legalmente punible, considerando la minoría de edad de la chavala) romance con el leñador. Y como no sólo de amor vive el hombre, la pareja decidió profundizar en su relación precipitando la herencia del pingüe patrimonio de la abuelita. Así que la encapuchadita roja sedujo al lobo feroz, insinuando claramente al depredador que el único obstáculo entre él y su carne tierna era el reparo de la abuela, mujer egoísta y cruel a la que nadie echará en falta el día que muera. El hachero sólo tuvo que entrar en el lugar de los hechos una vez cometido el asesinato, y eliminar con un certero golpe, alegando defensa propia, por supuesto, tanto al evidente culpable como al conocedor de la instigadora del crimen. Pobre lobo, hubiera hecho cualquier cosa que la joven tuviera a bien pedirle, cualquier cosa.

No... No... Basta... No quiero enterarme de qué hace el Ratoncito Pérez con el marfil que extrae de nuestros dientes...

¿Qué?... ¿Qué Papá Noel dijo qué?...

Al principio no caía ni en la cuenta. Les veía acercarse a mi a hurtadillas, arrancarme un pedazo del cuerpo y retirarse a devorar la captura tranquilamente en su guarida. Tenía de sobra, no me importaba. Podía prescindir perfectamente de parte de un recurso en mi tan abundante. Me creía inagotable. Fíjate si era tonto que hasta llegué a conmiserarme de las alimañas, parecían tan necesitadas... Yo no lo sabía, en realidad me estaban tanteando, a ver si era presa fácil. Corderito dócil. Un buen día me vi rodeado de la jauría, todos a una se abalanzaron sobre mí, clavándome hasta las entrañas sus fauces afiladas. Vaya masacre. Qué carnicería. Ingenuo, ni siquiera el doble de mis reservas les hubiera bastado. Me devoraron prácticamente entero.

En consecuencia, ya casi no me queda... Inocencia, esperanza, me refiero.

No obstante heme aquí, sigo vivo. Te merodeo. Si me ves huye, sal corriendo, o no tendré más remedio que morderte: ¿no ves qué ahora yo también estoy hambriento?

2 Comments:

At jueves, agosto 04, 2005 9:52:00 a. m., Blogger GVG said...

je, je una revisión muy irónica de los cuentos populares para niños. No me importaría haber sabido que hacía el ratoncito Pérez con el marfil de nuestros dientes, por saber como monta el negocio, si tiene la conciencia tranquila de que es materia prima limpia que no procede de los pobre elefantes sino de lo que nos sobra a los humanos. ¿O tal vez lo intercambiaba con algún traficante en la selva?

 
At viernes, agosto 05, 2005 9:05:00 a. m., Anonymous Anónimo said...

Caperucita, de veras que lo siento,
pero te han pillado con tanto cuento.

Johny Ripioso

 

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