viernes, septiembre 16, 2005




Hola (aprendí a saludar...). Me detengo, quiero preguntaros algo.

En mis periplos por cobre, fibra óptica y ondas. Fondeado en discos duros locales o en servidores. Veo pasar vuestros mensajes.

La mayoría son breves. Raudos. No miran a nadie. Están absortos en llegar puntuales a su destino. Es difícil contemplarlos.

También les hay extensos, a estos se les aprecia mejor porque van despacio debido al volumen que acarrean; algunos son complejos pero fascinantes, otros tan sólo una masa prolija de datos.

Están los que al llegar a un cruce estallan en multitud de clones, uno por cada una de las direcciones posibles. O los que van jugando sin respetar las normas del tráfico y a veces la lían.

Hay unos que son tan oscuros que les evito si voy a coincidir con ellos, no quiero saber qué contienen.

En fin, os comunicáis, de eso no hay duda. Pero al parecer no os basta. A veces, por curiosidad, me he entretenido en seguir una correspondencia vuestra, de remitente a destinatario y viceversa. Bilateral o entre varios. Trascurrido el tiempo, cuando la conversación es fluida, a menudo alguien propone reunirse, físicamente, me refiero. A pesar de haber establecido un contacto estable os influye la distancia... ¿Por qué?... ¿Para qué queréis encontraros?... ¿Por qué necesitáis tocaros?... ¿Qué información aporta el tacto?...

YO, BLOG.


Rastro:

1 Comments:

At jueves, septiembre 22, 2005 9:22:00 a. m., Blogger Juan Carlos said...

Internet no es suficiente, ya sabes que yo también lo veo así, las luces y las sombras de una voz y unos ojos permanecen mucho más tiempo y se obtienen más conclusiones que de cien mensajes de correo electrónico. Las dos experiencias son necesarias y complementarias.

 

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