miércoles, octubre 05, 2005

El sentido del seudónimo

A menudo me imagino a Jesús regresando a Nazaret. Último avituallamiento en las postrimerías de su vida pública, una visita a familiares y amigos antes de la terrible ascensión al Gólgota. Solo, sin discípulos, sin la parafernalia que arrastra la fama. Le veo entrar al pueblo por la polvorienta calle principal: fotograma de western, alargada figura solitaria, pistolero o sheriff dirigiéndose hacia un duelo. Mientras avanza se descubre en un lento travelling a los habitantes del lugar, mujeres ocupadas con la intendencia, niños corriendo, ruidos de manufacturas, bestias en movimiento, hombres trajinando...; escena de actividad diaria decorada con la iconografía que he aprendido en retablos, páginas y pantallas. De momento nadie reconoce la ilustre visita, lógico, lleva echado el manto sobre la cabeza, ocultándole en gran parte el rostro. Jesús va observando, se le humedecen los ojos, son muchos los recuerdos...

Se dirige a la fragua, ahí sigue, donde la recordaba, allí está el hijo del herrero avivando el fuego. La evidencia de ese cuerpo musculoso manejando con soltura profesional el fuelle, confirma que actualmente ha habido intercambio de papeles, el hijo del herrero es ahora el herrero, y su padre, otrora titular del puesto, ha pasado a actuar de padre del herrero. Ya cuando él marchó se iba ocupando de tareas cada vez más penosas, el pasar inexorable del tiempo ha ido consolidando el relevo generacional. De nuevo la memoria le descarga a bocajarro una andanada de vivencias: el hijo del herrero y el hijo del carpintero, hierro y madera, siempre juntos, para jugar después de cumplir con las tareas familiares, riendo, incordiando a los animales domésticos, de visita en el huerto del vecino sin demasiado permiso, huyendo de los mayores, atiborrándose los sentidos los días de mercado... Pendiente de conservar las calorías, el artesano no repara en la persona que desde el vano de la puerta le mira, Jesús da un paso al frente echándose para atrás el manto.

- Hola - saluda.

El herrero deja con cuidado la tarea y se vuelve hacia el recién llegado. El cerebro del domador de metales inicia una actividad frenética con el objetivo de encajar el semblante que está contemplado en el lugar de su pasado al que corresponde. La búsqueda dura un segundo, Jesús no osa interrumpirle, aguarda el resultado del esfuerzo mental de su viejo amigo.

- Ya me hubiera gustado que anduvieras sobre las aguas aquel día en Genesaret... Cómo corriste a pedir ayuda... - Termina diciendo tras situar al personaje que tiene delante.
- Aún no era el momento...
- ¿Para qué has vuelto?
- Nostalgia... Éste es mi pueblo...
- Ya... Por aquí todo sigue igual... Mucho trabajo... Cuesta ganarse el pan...
- Os arregláis bien...
- No, no, no creas... Nada parece bastante para los recaudadores... -
Sonríe. Toma aire. Se tranquiliza. - Bueno... Y qué es del hombre importante... Mira que meterte en política...
- No soy un político...
- Jesús, hazte un favor... Aquí no vengas de Salvador... No sé si es verdad eso que de ti se cuenta... A mi no me interesa, yo tengo una familia que mantener y no me meto en polémicas... Hasta aquí han llegado noticias extrañas sobre ti... Unos creen que eres un charlatán, otros que estás con la resistencia, también les hay que creen que te has vuelto loco... Pero aquí todo eso no cuela...Lo que quiero decir es que aquí te conocemos... Joder: aquí eres Jesús, el hijo del carpintero... Aquí todavía se te recuerda haciendo el gamberro... Conmigo...

Ambos ríen sin poder evitarlo...

- ¿Por qué no arreglas el cabecero de la cuna?... Se ha vuelto a salir y necesito echar al niño para preparar la comida... - Una voz femenina desbarata el encantamiento surgido entre los dos hombres, vertiendo una dosis masiva de realidad en el ambiente. La mujer baja por las escaleras que comunican la herrería con la vivienda.
- Jesús... ¿Te acuerdas de...?
- Claro... Qué tal estás...
- ... -
La mujer reconoce y calla.
- ¿Es vuestro? - Pregunta señalando a la criatura.
- Sí... Nos casamos... Más vale tarde que nunca... - Responde el herrero.
- ¡Ah!... Enhorabuena...

La mujer con el bebé en brazos mira a Jesús con todo el reproche cómplice que dada la situación puede expresar. Después se recompone y le saluda educadamente.

- Hola Jesús... Estarás cansado del viaje... ¿Tienes sed? ¿Tienes hambre?...
- No.
- Qué tal tu madre...
- Bien.
- María no tiene edad para esos trotes...
- ...
- ¿Para qué has vuelto?
- Nostalgia...
- ¿Los mesías tenéis de eso?
- Yo sí.
- Irás a ver a tu padre, supongo...
- ...

El silencio se establece más de lo necesario.

- Bien... Me ha encantado veros, pero tengo que marcharme...
- Jesús, espera, no te vayas así... Disculpa si hemos estado algo distantes... Compréndelo, es mucho tiempo... ¿Cuánto?... Años... Y las habladurías sobre ti...Venga... Apago el fuego, nos aseamos y comemos... Ya la has oído... Iba a preparar la comida...
- No. Muchas gracias. Ha sido estupendo... -
Baja la mirada delante de la familia - Además es cierto... Han ocurrido muchas cosas...

La mujer permanece callada, aunque una palabra suya bastaría para que Jesús se quede, pero permanece callada.

- No. Me voy... De verdad, os lo agradezco de corazón... He de irme. Me están esperando. Gracias de nuevo...

Se emboza, da la espalda a sus amigos y se dirige a la puerta...

- Jesús... - Es la mujer quién habla. El aludido apoya una mano en el marco y se detiene sin volver la cara. - Los sacerdotes y los legionarios andan preguntando por ti. Ten cuidado.
- Lo sé. Gracias.


Jesús sale fuera, respira profundamente, desanda el camino que le llevó a la herrería, nadie repara en él, la gente está azacaneando, va a lo suyo. Mientras regresa a encontrarse con sus partidarios, compone mentalmente las primeras frases de la oración que elevará al Padre en Getsemaní.

Aquí termina la evocación... ¿Sabes?... Creo que en el pellejo del Nazareno yo hubiera utilizado un seudónimo para La Vida Pública, Caque, por ejemplo... Así siempre hubiera podido regresar tranquilamente a mi pueblo...

6 Comments:

At miércoles, octubre 05, 2005 5:26:00 p. m., Blogger El paso del ciempiés said...

Me gusta todo, la idea y lo bien escrito que está. De esos textos que se te olvida que lo son a los dos líneas, porque ya caminas con el personaje, sientes lo mismo que él, oyes los mismos ruidos... Hasta consigues que sea coherente la personalidad de un personaje del que seguramente cada uno tengamos una idea muy distinta...

Fantástico.

 
At viernes, octubre 07, 2005 5:55:00 p. m., Blogger Félix H. de Rojas / Félix Hernández de Rojas said...

Oye que a mi me gusta mucho también.

Sencillo y humano. Mirando dentro del corazón.

 
At jueves, octubre 13, 2005 10:21:00 a. m., Blogger GVG said...

Hay el germen de un gran relato incluso de una gran novela, si consiguieras hacernos viajar por esa Judea de hace 2000 años. Y lo consigues en este texto, con ternura y con agudeza, y no es por lanzarte flores porque pensaba leerlo más tarde y he tenido que acabarlo.

 
At jueves, octubre 20, 2005 9:05:00 a. m., Blogger Juan Carlos said...

Algún día te pediré que colaboremos en algún texto teatral para levantarlo en el escenario, vete pensando qué me vas a contestar.

 
At viernes, octubre 21, 2005 11:34:00 a. m., Blogger Caque said...

Malos tiempos para la lírica...

 
At jueves, octubre 27, 2005 1:52:00 p. m., Blogger Fernando Díaz said...

Estupendo, Fernando.

 

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