miércoles, agosto 10, 2005

San Pablo tour.

(Como actividad propia del periodo estival, época dedicada en mayor medida que otras a la realización de rutas turísticas, se propone una visita a la Plaza de San Pablo, accediendo a ésta por la Calle Fray Luis de Granada, en la ciudad de Valladolid.)

El cuartel de destino del comandante estaba situado en una de la plazas con más pátina de la ciudad, en ella tenían sede, además de la Jefatura logística militar, una impresionante iglesia conventual gótica justo enfrente, y a su derecha, también en la otra acera, se instalaba la diputación en un palacio renacentista. Al apearse del ferrocarril sin mirar atrás, el comandante, por instinto, marchó directo a acantonarse, igual actuaba cuando Adelaida le sacaba de sus casillas, por no sacar el genio a paseo se sacaba él de su casa y salía de paseo. En esas huidas terminaba siempre accediendo al cuartel siguiendo la misma ruta, entraba a la plaza por la trasera de la diputación, por una calleja antigua con una torsión tan pronunciada en la mitad de su trayecto que no permitía ver el otro extremo hasta doblarla, traspasada la curva se topaba la mirada con un muro sillar, paramento lateral del monasterio dominico que se iba descubriendo mientras se continuaba avanzando hasta desaguar a pocos metros del flanco del cenobio, desde allí, girando a la izquierda, andando entre el palacio seglar y el edificio sacro, se accedía inmediatamente a la plaza, que se abría regida por el triunvirato civil, religioso y castrense. El comandante sentía poco rato el poder político en su ruta, pese a que recorría largo rato la parte posterior de la institución provincial para acceder a la plaza, la lucha de poderes no se apreciaba hasta ver los edificios enfrentados en el claro urbano, quedándose la diputación enseguida atrás al cruzar en diagonal para encarar el cuartel situado al fondo, durante esta maniobra tenía que pasar primero por el terreno acotado por los pilares y cadenas de la iglesia de altiva portada. Con el primer paso dentro del atrio sentía ya el influjo divino, se le posaba en ese momento la fachada plateresca a la espalda mientras andaba, despegando de regreso a la construcción cuando sobrepasaba la cruz plantada a la vanguardia del templo que marcaba el lindero de su influencia. Se apresuraba entonces, pues le incomodaba el trecho ácratamente desinfluenciado que finalizaba cuando, esperando una oportunidad del tráfico para cruzar la calzada, distinguía la cara del que estaba de guardia a la puerta con el subfusil. Cruzando la carretera, el palacio militar le acogía insuflándole ardor bélico, el cuartel era bajo, ancho de hombros pero bien formado, en la entrada de dimensiones equinas devolvió con un cabeceo el taconazo del soldado, continuó andando con la intención de atravesar el zaguán pronto. Observó que la cabina del suboficial de servicio estaba vacía, paró, preguntó al cabo de reemplazo contestándole que tomando un café en el Hogar, pensó que le vendría bien uno con leche para su atormentada cabeza, fue al Hogar y en el Hogar no estaba el suboficial, ardió por completo el alcohol que aún permanecía en el plasma del guerrero, regresó desgastando las losas pulidas con el paso de los pies embotados de multitud de quintos militarizados, interrogó al cuerpo encargado de la vigilancia armada, nadie supo responderle, en consecuencia, dio parte del brigada Sobrino por abandono del puesto de guardia y del cabo de reemplazo Hernández Gómez por encubridor. Hecha la denuncia al oficial de servicio se refugió en el despacho, tomó asiento, miró la foto enmarcada de Adelaida sobre la mesa, el rostro fotografiado de su esposa adquirió en su mente la expresión del de la Carmen cagada que había abandonado en el coche-cama, estampó el retrato contra la pared.



(de MyA...)

jueves, agosto 04, 2005

Oxidación

No me cuentes más que no quiero saberlo...

Así que en realidad caperucita tiene un tórrido (amén de legalmente punible, considerando la minoría de edad de la chavala) romance con el leñador. Y como no sólo de amor vive el hombre, la pareja decidió profundizar en su relación precipitando la herencia del pingüe patrimonio de la abuelita. Así que la encapuchadita roja sedujo al lobo feroz, insinuando claramente al depredador que el único obstáculo entre él y su carne tierna era el reparo de la abuela, mujer egoísta y cruel a la que nadie echará en falta el día que muera. El hachero sólo tuvo que entrar en el lugar de los hechos una vez cometido el asesinato, y eliminar con un certero golpe, alegando defensa propia, por supuesto, tanto al evidente culpable como al conocedor de la instigadora del crimen. Pobre lobo, hubiera hecho cualquier cosa que la joven tuviera a bien pedirle, cualquier cosa.

No... No... Basta... No quiero enterarme de qué hace el Ratoncito Pérez con el marfil que extrae de nuestros dientes...

¿Qué?... ¿Qué Papá Noel dijo qué?...

Al principio no caía ni en la cuenta. Les veía acercarse a mi a hurtadillas, arrancarme un pedazo del cuerpo y retirarse a devorar la captura tranquilamente en su guarida. Tenía de sobra, no me importaba. Podía prescindir perfectamente de parte de un recurso en mi tan abundante. Me creía inagotable. Fíjate si era tonto que hasta llegué a conmiserarme de las alimañas, parecían tan necesitadas... Yo no lo sabía, en realidad me estaban tanteando, a ver si era presa fácil. Corderito dócil. Un buen día me vi rodeado de la jauría, todos a una se abalanzaron sobre mí, clavándome hasta las entrañas sus fauces afiladas. Vaya masacre. Qué carnicería. Ingenuo, ni siquiera el doble de mis reservas les hubiera bastado. Me devoraron prácticamente entero.

En consecuencia, ya casi no me queda... Inocencia, esperanza, me refiero.

No obstante heme aquí, sigo vivo. Te merodeo. Si me ves huye, sal corriendo, o no tendré más remedio que morderte: ¿no ves qué ahora yo también estoy hambriento?