viernes, abril 29, 2005

Reality show: "La braga en la boda"

El cóctel previo al banquete de boda de mi amigo Pablo era un soberano aburrimiento, y no se vislumbraba que el cariz del sarao mejorase, así que decidí tomar cañas a destajo, aprovechando que el ritmo de reposición de los camareros cubría sobradamente mis necesidades de abastecimiento.

La celebración había convocado a antiguos compañeros de universidad, aquellos que gastamos juntos nuestros años más locos. Venidos desde los diferentes puntos de la diáspora que el mercado laboral nos había impuesto, estábamos reunidos en un establecimiento de las afueras especializado en organizar convites varios.

Después de estar revoloteando de grupete en grupete, saludando a toda la vieja camaradería, terminé charlando a solas con Laura. Mi amiga Laura. Amiga de verdad. De las que no se folla. Ni ganas que tienes. En principio porque su físico no lo provoca, pero sobre todo porque no quieres apostar a perderla.

Hacía tiempo que no nos veíamos. De estudiantes nos lo contábamos todo, charlábamos durante horas con una botella de güisqui enfrente, hasta que ésta nos derrotaba y cada cual se iba a su cama. Ahora Laura se había empecinado en recuperar el tiempo perdido. Así que ahí estaba yo, escuchando todos y cada uno de los acontecimientos reseñables de su existencia en los últimos dos años. Su historia me estaba resultando tediosa, ya me la sabía, era la mía: primer trabajo, nueva ciudad, conocidos nuevos... Hablaba con prisa y sin pausa, como lo había hecho siempre, no obstante parecía algo cambiada, más dura, daba la impresión de que se le había caído la inocencia por el pasapurés de la vida. En fin, por respeto a los viejos tiempos atendí sonriendo a sus explicaciones, distraído reparé en su escote, era generoso, me quedé observando sus tetas. Laura se dio cuenta, claro, a las mujeres no se les escapa eso, pero la situación no era violenta aunque pueda parecerlo, de hecho todas mis amigas lo saben y lo aceptan con aparente indiferencia, yo cuando hablo con una mujer, sobre todo si hay confianza, siempre me quedo mirando a sus tetas, al menos un tiempo.

Un tipo uniformado tocó a rebato: había que dirigirse ya al comedor.

Los convidados se encaminaron en masa hacía el portón que el paje anunciador había abierto de par en par. Entre la nube de gente pasó Isabel por delante nuestro, sonrió y nos hizo un gesto para urgirnos a entrar. Isabel nunca había intimado conmigo, sin embargo con Laura sí, eran buenas amigas, pero conmigo no, qué pena, porque estaba riquísima. Y riquísima seguía estando ese mediodía de primavera postrera, con el vestidito blanco, la chaqueta negra y el bolsito marfil a juego. Aparté la mirada de los pechos de Laura para poder observar en toda su magnificencia los contoneos de aquella hembra que estaba incitando a su paso el celo de todos los machos del contorno.

- ¿Sabes?... - Me dijo Laura cuando se percató que estaba descaradamente concentrado en el paseillo de Isabel, ignorándola por completo a ella.

- ... - Obnubilado como estaba no la contesté siquiera.

- No lleva bragas.

- ¿Qué?... - Balbuceé otorgándola mi atención de nuevo.

- Se las quitó en el baño...

- ...

- Fuimos juntas al servicio, cuando terminé ella estaba mirándose de espaldas al espejo, me preguntó si se la marcaban, le dije que algo, entonces, diciendo que prefería pasar por puta que por pardilla, se las bajó allí mismo y se las metió en el bolso. Ya sabes cómo es Isabel...

Consulté directamente a sus ojos: no mentía. Zumo de vicio se hubiera extraído de licuar su mirada en ese momento. Mirada que bajó hasta mi entrepierna con fijeza, como si quisiera cubicar lo que escondía la cremallera de mis pantalones.

Sonrió, pero no de alegría.

- Vamos. Que nos quitan los sitios buenos. - Dijo con la misma voz de loba herida con que me había descubierto la confidencia íntima de su amiga.

Me cogió del brazo, echó a andar con decisión, arrastrándome hacía el pequeño apelotamiento de comensales que se había formado en el acceso al salón... "Joder Laurita..." Acerté a pensar... "Sí que has cambiado..." .

miércoles, abril 27, 2005

Escenas Sacras

Escenas motivadas por la histórica actualidad que está viviendo el catolicismo: a Papa muerto (su Santidad Juan Pablo II), Papa puesto (su Santidad Benedicto XVI).


Escena -I-
La boina castellana es negra, rabicorta, pegada al cráneo descubre las orejas, tan escueta que lo único que parece amparar realmente son las ideas, ideas que desamparó Don Marcelo un momento al enjugarse la venerable cocorota plateada con el pañuelo, ideas que pendulaban entre la curiosidad y la molestia ante el encargo de Adelaida, ideas que se esfumaron al concentrarse en encontrar la salida del ingente apeadero hiperurbano al que había arribado. La camisa azul cielo, el jersey en pico gris clarito, el pantalón gris marengo y los zapatos oscuros de cordones, acompañaban a la boina en el atavío del sacerdote.

Escena -II-
La educación más primaria sobre combinados etílicos enseña unir a un licor una bebida desintoxicada, pero no mezclar jamás alcoholes recios entre si. Desafiando la sabiduría tabernaria popular, güisqui medicinal y coñá de misa mezclaban opiniones en una misma mesa.
- ¿Le parece bien este?...
- Sí... - Otro café bohemio - Está bien.
- Ahí hay una mesa.
- Sí...
- Holabuenasnoches. Para mí un whisky... Ese está bien... Y para...
- Yo coñá... De la casa, del barato...
...
- Hace mucho que no leo en esos idiomas, prácticamente lo he perdido todo...
- Ya no lee...
- No, lo dejé cuando me licencié en la universidad y...
- ¿Dónde estudió?
- La Pontificia.
- Claro... ¿En qué?
- En filosofía... Opté por ejercer mi Ministerio, me asignaron parroquia, y allí he estado siempre... Allí conocí a Adelaida y a su hija Marta: yo le di la primera comunión y la casé... Una parroquia acomodada... Se hizo lo que se pudo para incomodarla...
- Prefería el trabajo de calle a la vida intelectual...
- Mis jefes querían que me quedara en la universidad dando clases... Incluso me ofrecieron un doctorado en el extranjero...
- ...
- Pero no lo creí conveniente para mí.
- ¿Por qué?...
- Me iba mal.
- ... - Preguntó Fidalgo con su silencio.
- Mal... Al alma... Me asusté...
- ¿De qué?
- De la soberbia, el orgullo... De la falta de compasión ante lo que llamaba ignorancia...
- No comprendo...
- ¿De verdad te interesa oír esta historia?
- Sí.
...
Rieron juntos. Aprovechando la cercanía de la ruta del camarero por su mesa el doctor Fidalgo pidió otra ronda y encendió un pitillo.


Escena -III-
Al observar el chofer la escenita de despedida cómplice a una hora algo intempestiva para ser día de diario, y que el más viejo de sus participantes se había acogido a sagrado, adquirió en el semblante un aspecto de socarronería: acababa de presenciar algo digno de comentar con sus colegas. Mientras trasladaba al de menor edad donde le indicara, reparaba en él durante los relajos que permitía la conducción, joven-bienvestido-delgaducho-cabezón-maricadecura, sentenció. Cuando le pagó el importe del traslado le asestó un gesto cansino de vivir para ver que no causó efecto en el doctor, embebido como estaba en sus propios pensamientos tras la conversación con el sacerdote.


... de MyA

miércoles, abril 20, 2005

Un rincón en la floresta

Agito el puño alzado con el dedo índice señalando el cielo. Desbordando ansia por los ojos. Chillando "yo... yo..." por dentro.

De qué sirve pedir la palabra en este aula inmensa... Un bosque innumerable de brazos oculta el mío...

En todo caso aquí estoy... ¡Velay! Un árbol más plantado en la selva. Loco porque me olisquees la corteza, a ver si su aroma te cautiva, y me creas entonces digno de recibir el orín con el que delimitas tu territorio y marcas tus propiedades. Mea, méame encima, méame bien, suelta un chorro abundante y cálido, para que el rastro de tu olor quede, y así puedas regresar cuando apetezcas a este rincón de la floresta.